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“El ancla tarifaria no asegura buenos resultados anti-inflacionarios”

Así lo sostuvo Diego Martínez Burzaco, entrevistado por la BCBA. El economista dijo además que para recuperar la confianza en la moneda se debe respetar “la regla central N° 1, la restricción presupuestaria”, y advirtió: “Sin moneda, ninguna política económica tendrá la credibilidad suficiente para obtener los resultados deseados”.

Economista especializado en mercados de capitales, Diego Martínez Burzaco se desempeña actualmente como head of Research & Strategy de INVIU, la plataforma digital de inversiones del Grupo Financiero Galicia. Asimismo, es docente de la Fundación Bolsa de Comercio de Buenos Aires, del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF) y de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE).

–¿Por qué no baja el riesgo-país argentino?

–El riesgo-país es el nivel de confianza que tienen los agentes económicos respecto de las perspectivas futuras de un país determinado. ¿Por qué la Argentina tiene un riesgo-país elevado a pesar de haber reestructurado su deuda? Porque hay una gran desconfianza, no sólo respecto de la actual coyuntura local sino también de la posibilidad real de que el país pueda concatenar varios años consecutivos de crecimiento. Hay una clara ausencia de las reformas de fondo necesarias para evitar los muy malos resultados que venimos arrastrando desde hace más de 15 años. Mi impresión es la siguiente: antes de querer arreglar con la Argentina, los acreedores forzaron al país a presentar un plan económico que estuviera avalado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), algo que no obtuvieron. Luego decidieron ingresar al canje para ver si, efectivamente, había una ruta económica viable tras la negociación, y si eso, además de mejorar las perspectivas del país favorecía su capacidad futura de pago y los precios de los bonos. Nada de esto ocurrió. A medida que la situación se fue complejizando, la Argentina buscó más restricciones aún, sin proponer incentivos para generar los cambios reales que son condición de estas reformas estructurales. En definitiva, la desconfianza y la gran incertidumbre que hay hoy son muy altas y quedan en evidencia, sobre todo, en el precio de los bonos, de sus paridades, y también en el precio de las Acciones. Lo que hace el Gobierno nacional, con todas sus potestades y atribuciones, termina impactando en los negocios privados. Pero no se trata de un gobierno en particular: se trata de la dirigencia en general, que no encuentra una cohesión sobre tres o cuatro medidas importantes, de largo plazo, que prevalezcan más allá de quién gobierne. Ésa es la misma historia que repite la Argentina permanentemente: la de la desconfianza y los ciclos del famoso stop and go. Sin reformas estructurales, sin reglas de juego claras, no habrá incentivos para convocar a la inversión de capital privada que genere empleo de calidad, que pueda sacar a tanta gente que hoy está en la pobreza y, adicionalmente, que dé un salto de calidad a las perspectivas de las generaciones futuras. Eso es evidente y el mercado financiero lo refleja en el precio de los activos.

–¿Es viable seguir utilizando al Dólar como ancla inflacionaria?

–A la luz de los resultados, claramente, el Dólar no ha servido como ancla anti-inflacionaria. En el primer trimestre del año la inflación ya superó el 13%. La estimación del 29% anual de inflación en el Presupuesto va a quedar muy corta y el Gobierno ha optado por agregar una nueva ancla anti-inflacionaria, que son las tarifas. Esto implica postergar la resolución de cuestiones pendientes, sin siquiera asegurar buenos resultados anti-inflacionarios en el corto plazo. Lo que vemos ahora es una inercia inflacionaria y, adicionalmente, una acumulación de más desequilibrios macroeconómicos. Porque atrasar el tipo de cambio o postergar el ajuste de las tarifas, en la medida que deben ajustarse, genera una presión fiscal más asfixiante (porque no van a cerrar las cuentas), una mayor emisión monetaria y, además, desincentivos a todos los planes de exportación por el atraso cambiario. Claramente, si no se toma al toro por las astas, estamos ante una paradoja y una coyuntura muy difíciles de resolver. Es importante enfrentar los problemas sin desatender la coyuntura; pero enfrentar los problemas significa buscar cohesión, buscar unión y buscar la aprobación de reformas estructurales de fondo que permitan respetar la regla central N° 1, esto es, la restricción presupuestaria. Dicha regla debe respetarse para recuperar la confianza en la moneda, los incentivos que nos permitan canalizar ahorro en pesos a través del mercado de capitales, y –desde el punto de vista del inversor– la credibilidad de que la Argentina pueda ser un país distinto a futuro. Sin eso, cualquier ancla que quiera imponer este gobierno, o cualquier otro hacedor de política económica, fracasará en el intento.

“La Argentina no encontrará el desarrollo económico con un mercado de capitales débil. Para motorizar a los sectores exportadores hay que traccionar el ahorro de los argentinos. El rol del mercado es clave en esa tarea” (Diego Martínez Burzaco).

–¿Qué medidas habría que tomar ante un eventual efecto recesivo, tras las nuevas restricciones por la pandemia?

–Se necesita hacer algo distinto para obtener resultados distintos. Si no, vamos a seguir cayendo en los rebotes económicos sin sustento, que no generan crecimiento, ni desarrollo, ni creación de riqueza, con el consecuente retroceso del PBI per cápita. La primera medida central, insisto, es respetar la restricción presupuestaria. Eso sentará las bases para comenzar a recuperar la confianza en nuestra moneda. Sin moneda, ninguna política económica tendrá la credibilidad suficiente para provocar un impacto y obtener los resultados deseados. Por lo tanto, estamos ante esa coyuntura. ¿Cómo recuperamos la confianza en la moneda? Gastando, desde el punto de vista del Estado, por debajo de nuestros ingresos. Procurando un recorte muy agresivo de ese gasto superfluo, que permita dar confort a una política impositiva mucho más estimulante en términos del capital extranjero y del capital argentino privado, para comenzar a salir de esta decadencia de la inversión en la Argentina. Hoy se está invirtiendo muy poco con relación al Producto, ni siquiera alcanza para recuperar lo que se amortiza de capital. Asimismo, hay que generar incentivos para que los inversores ahorren en moneda local, o bien proponer instrumentos para canalizar eficientemente ese ahorro desde el mercado de capitales hacia el inversor. Cabe observar que en los últimos siete meses la tasa de interés real en la Argentina fue negativa; es decir que no hay incentivos a invertir en pesos o en instrumentos nominados en moneda local, como para combatir el primero de los flagelos, que es la inflación. Mientras todo eso no pueda configurarse en un plan económico con consenso, sentido común, y generación de incentivos al sector privado (para complementar, de alguna manera, todo el esfuerzo que hace el Estado en materia social), habrá muchas complicaciones a la hora de proyectar un crecimiento sostenido, al menos en los próximos años. Lamentablemente, seguiremos chocando contra nuestras propias restricciones y, en definitiva, eso provocará aún más pobreza, menor PBI per cápita y mayor desilusión hacia adelante.

–¿Cómo evitar los conflictos de intereses recurrentes entre los gobiernos y el sector agropecuario?

–Por lo general, la relación entre el campo y el Gobierno ha sido bastante confrontativa, y no precisamente porque falte presión impositiva sobre el sector. El campo aporta recursos y motoriza muchas economías regionales, pero se le exige cada vez más a medida que crece la debilidad del Estado y su hoja fiscal es cada vez más blanda. La herramienta que los gobiernos siempre tienen al alcance de la mano es la de subir retenciones y aumentar las presiones impositivas sobre los sectores más productivos en la economía, cuando la lógica debería ser la contraria: generar incentivos en aquellos sectores donde la Argentina es competitiva y donde existe una productividad alta; generar incentivos para darles valor agregado a dichos segmentos y motorizar las exportaciones. No podemos limitarnos a decir: “Tenemos que exportar más”, y después tomar todas las medidas que van en el sentido contrario. No me refiero sólo al campo sino también a todos los demás sectores donde la Argentina tiene una ventaja competitiva muy grande, ya sea por talento o por recursos naturales. En tal sentido, el rol del mercado de capitales, aliado con el Estado, es clave para canalizar todo ese ahorro que tenemos los argentinos, a través de incentivos justos y de propuestas innovadoras. No se puede buscar el desarrollo económico con un mercado tan débil como el nuestro. Hoy, todas las herramientas disponibles deben ser aprovechadas en favor del desarrollo del mercado de capitales y del país. Para ello hace mucha falta la educación financiera, sobre la base de un programa macroeconómico que cierre y que tenga sentido común. Ése es el gran game changer de la economía hacia el futuro. Cuando se observan las estadísticas, ningún país que antes haya sido una economía emergente se ha desarrollado con un mercado de capitales débil. Entonces, aquí tiene que haber mucho sentido común, mucha cooperación y, sobre todo, mucha educación financiera, junto con un programa macroeconómico solvente para buscar resultados distintos.