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Bolsa de Comercio de Buenos Aires

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El Palacio Bursátil, obra maestra de Christophersen

El cuarto edificio de la Bolsa se construyó desde los cimientos para alojar la actividad bursátil. El encargado de ciclópea tarea fue el arquitecto Alejandro Christophersen, en una época de esplendor económico y ebullición porteña.

Así se veía la fachada de la esquina de Sarmiento y 25 de Mayo del edificio de la Bolsa al terminarse las obras de su construcción en 1916. 

La Bolsa de Comercio de Buenos Aires, institución vinculada al Progreso al que se aspiraba a partir de mediados del XIX, fue fundada en 1854 y desde entonces sigue en pie.

Nació formalmente acompañando el proceso de institucionalización del país, apenas un año después de la sanción de la Constitución de 1853, con el objeto de dar un marco a las negociaciones bursátiles. Estas actividades ya se venían desarrollando desde hacía unas décadas (a partir del frustrado intento de Bolsa Mercantil impulsado por Bernardino Rivadavia en 1821), en el afán de establecer un valor de mercado o referencia para la onza de oro, patrón que se utilizaba para el comercio de la época. Hasta aquí, los antecedentes.

Pero ¿qué es la Bolsa? Vale aclarar que se trata de una entidad privada. Es una asociación civil sin fines de lucro y la madre de lo que hoy llamamos mercado de capitales de la República Argentina. Y, ¿qué es el mercado de capitales? Pues es el sistema que permite canalizar el ahorro ocioso hacia la inversión productiva. ¿Y dónde sucede esto? Hoy por hoy sucede en la virtualidad. Todos tenemos una cuenta bancaria, utilizamos homebanking y pagamos las cuentas por canales digitales. Incluso podemos invertir en Bolsa con el celular.

Pero no siempre fue así. Hubo tiempos en los que el grado de materialidad en las transacciones bursátiles era absoluto. Las personas se reunían en espacios físicos para cerrar operaciones, escribían papeletas donde las consignaban y se llevaban a su casa las láminas que representaban su participación en las empresas.

Una vez superados los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo, que generó un gran revuelo en Buenos Aires, y que los corredores de Bolsa presenciaron desde su local frente a la Plaza de Mayo en diagonal a la Casa de Gobierno, se aprestaron a planificar su nueva sede. La que tenían sería utilizada para otros fines y debían abandonar su alquiler que vencía en 1912, luego de los 30 años pactados.

Cuarto edificio que ocupó la Bolsa, entre 1885 y 1916, frente a la Plaza de Mayo.

Así fue como la Bolsa finalmente se asentó en el Palacio Bursátil de Sarmiento 299, obra inaugurada el 15 de diciembre de 1916.

Camino a la nueva casa

El edificio con entrada principal por Sarmiento 299 fue construido expresamente para albergar el Recinto de negociaciones bursátiles. La Bolsa había ocupado otras casas previamente, de las cuales había tenido que irse trasladando a falta de espacio físico para albergar el crecimiento de la actividad: la cantidad de los corredores que acudían ya no entraba y debía buscarse una nueva sede.

Así fue como, tras un complejo proceso de gestión para alcanzar el financiamiento, compra de terrenos, selección de proyectos y finalmente adjudicación de obra, en 1916 se inauguró el edificio de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, obra del arquitecto Alejandro Christophersen.

Su arquitecto

 

Con el antecedente de haberse formado en la Escuela de Bellas Artes de París, Alejandro Christophersen reunió en un estilo propio aspectos diversos del eclecticismo e historicismo, manteniéndose siempre fiel a su formación dentro del cánon clásico. (ver nota AC, el artista de los planos)

Su prolífica obra incluye, además de haber participado del concurso internacional para el proyecto del Congreso de la Nación Argentina, una amplia variedad de proyectos como la construcción de bancos, casas particulares, edificios religiosos, un hospital y oficinas y edificios comerciales, entre otros.

La impronta de Alejandro Christophersen hoy se observa en grandes exponentes de la Ciudad de Buenos Aires tan diversos como el Palacio San Martín (ex Palacio Anchorena, actual sede protocolar de la Cancillería Argentina), la Basílica Santa Rosa de Lima y la fachada del Café Tortoni sobre la emblemática Avenida de Mayo.

Un programa funcional

Este edificio fue construido expresamente para albergar el Recinto para las negociaciones bursátiles. Al proyectarlo, Alejandro Christophersen creó un programa funcional; es decir, su distribución respondía con exactitud a su finalidad utilitaria. Además, se necesitaba un espacio concordante con la magnitud de la actividad que generaba y el creciente número de personas que acudía: un Salón de Operaciones de grandes dimensiones.

El edificio se compone de catorce pisos contando los dos pisos del sótano. La estructura del edificio es un entramado metálico, material moderno que se comenzó a utilizar como resultado de la Revolución Industrial.

Desnuda, la estructura metálica que sostiene la mole.

El recinto de operaciones, ubicado en la planta a nivel de 25 de Mayo, requería de mayor volumen de aire, espacio y grandiosidad; de allí que tomara en su altura dos pisos.

Encima de este piso y ocupando dos plantas distintas, se hallan espacios destinados a despachos de autoridades y gestión administrativa en general. Los restantes seis pisos quedaron reservados únicamente para los escritorios de renta, 280 en total. Estos escritorios vendrían a garantizar el sustento del conjunto, que era la modalidad de la época para generar ingresos, en lo posible, vitalicios.

Tres escaleras principales y ocho ascensores convenientemente repartidos garantizan la comunicación de todos los locales con las plantas bajas, así como el funcionamiento del complicado mecanismo de un edificio de esta naturaleza.

Digna de mención es la forma empleada para dar aire y luz natural a todos los locales de la Bolsa y sus escritorios de renta, que consiste en disponer una suerte de calles interiores, elevando sobre el gran Hall un cuerpo de edificio de veinte metros de altura sin otro punto de apoyo que las columnas de dicho Hall distanciadas por un espacio de 16.50 metros entre sí. En el caso del Hall referido o Recinto Principal, actualmente la iluminación natural que ingresaba por las ventanas termales que enmarcan la parte superior alrededor del salón y sobre el peristilo que apoya en las columnas, quedó oculta por refacciones posteriores.

El Recinto Principal recién inaugurado.

Adicionalmente, debía albergar una gran cantidad de actividades como locales para bancos, casas de cambio, agencias de navegación; y el transcurrir diario con servicios como restaurante, bar, calderas, cajas de seguridad y peluquería. Todo ello, teniendo que vencer el obstáculo del desnivel entre 25 de Mayo y Paseo de Julio (hoy Leandro N. Alem) de más de 7 metros.

De sus tres entradas (L. N. Alem, la ochava de Sarmiento y 25 de Mayo y 25 de Mayo 347) la principal es la que se observa en la esquina de Sarmiento 299, según la costumbre de la época, que si bien le resta cierta monumentalidad compensa con ventajas prácticas.

Un aspecto adicional, es que Christophersen incorporó todo este programa a un contexto urbano, vinculado al edificio del Correo, ya empezado en 1908, con el que se lo pensaba unir con la construcción de un puente, lo cual quedó solamente en los planos.

El diseño, un estilo “sano”

La idea de un arte “sano” tiene su origen en el ámbito de la pintura; nace principalmente como reacción frente a las expresiones “enfermas” del cubismo, el futurismo y el orfismo, que Christophersen conoció de primera mano. Posteriormente, esta idea se trasladó al campo de la arquitectura, campo en el que se generó un gran debate académico involucrando personalidades como Alejandro Bustillo, Alberto Prebisch y el mismo Christophersen.

En el edificio de la Bolsa, Christophersen plasmó el canon clásico a través del uso de columnas, frontis, arcos de medio punto, el concepto de simetría, además de detalles decorativos con alegorías vinculadas al Progreso, como se observan en otras obras de la época. En el edificio de la Bolsa prima la imagen de Mercurio, el dios del comercio y de la comunicación; además de la abundancia, la agricultura y la navegación. (fotos vitraux) Alejandro Christophersen también fue el artista responsable del monograma que aún hoy se observa en detalles de la herrería artística.

Mercurio con el pétaso alado, atributo del mensajero; y La República con los rayos del sol naciente a sus espaldas recostada sobre los productos agropecuarios, y enmarcados con espigas de trigo. Una de las piezas que realizó el vitralista catalán Amadeo Vilella para el edificio de la Bolsa.

Sin embargo, también esta obra es el resultado de una combinación de estilos, es decir, es un edificio ecléctico e historicista. Toda la ornamentación obedece a un puro estilo francés Luis XVI. También se observa el uso del hierro, material moderno para la época con el que se realizó el esqueleto del edificio. Se pueden observar las puertas de bronce fundido, que pesan cinco toneladas y que fueron manufacturadas en los grandes talleres dirigidos por el inmigrante italiano Silvestre Zamboni y sus hijos.

Se plasmó un gran trabajo de herrería artística que, en el interior, tiene como exponentes a la caja de ascensores y la puerta reja de ingreso principal al Recinto Principal. Además de todos los artefactos eléctricos como arañas y faroles, vitreaux, las figuras alegóricas, las esculturas, los buzones de bronce y la cerrajería; hasta el detalle de los muebles, la loza del restaurante y el “menú”, todo fue diseñado y realizado bajo la estricta supervisión del arquitecto Alejandro Christophersen.

La obra si finalizó a fines de 1916. Christophersen no había dejado nada librado al azar. Para su inauguración había previsto una placa que colocó en el descanso de la magnífica escalera decorada con dos alegóricos vitreaux de gran dimensión, y que conduce al Salón de Operaciones atravesando la puerta reja de hierro y dorado.

Función bursátil

Por entonces, la negociación se desarrollaba de viva voz en el Hall y el registro de las operaciones concertadas se realizaba con tiza en pizarras que se ubicaban en la parte superior alrededor de todo el salón. Los pizarreros permanecían en una especie de balcón corrido durante la rueda y actualizaban los precios manualmente.

La rueda bursátil funcionó en el Recinto del Palacio Bursátil entre 1916 y 1984.

Aún se encuentra un objeto que, si bien sigue funcionando porque es de activación mecánica, hoy ya no cumple el objetivo que tuvo al realizarse el edificio. Se trata de la rosa de los vientos que se ubica en el extremo norte del Salón de Operaciones. En su época, marcaba el comportamiento de los vientos, información vital para la operatoria. Dado que aquí también se desarrollaba la rueda de negociación de cereales, y como es sabido la costa del Río de la Plata era muy baja, esta información impactaba en los precios en virtud de la llegada o no de los barcos al puerto. Era el “Reuters” de la época.

Este recinto funcionó desde su inauguración hasta 1984, año en que se trasladó la operatoria al edificio moderno ubicado en el terreno contiguo, obra de Mario Roberto Álvarez, quien lo dotó de toda la tecnología de vanguardia para la época (1970). Como en muchas otras áreas de la actividad humana, la pandemia de 2020 le dio el golpe de gracia a la presencialidad, y el “nuevo” recinto dio paso a las pantallas de manera exclusiva.

Edificios protegidos

Luego de la ampliación del Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires sancionada por la Legislatura porteña en 2011, los dos edificios de la BCBA pasaron a estar protegidos por formar parte del Área de Protección Histórica denominada “Catedral al norte”. Se puede observar en las placas de identificación colocadas por el GCABA.