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En busca de un salvavidas

Durante la presentación de FIEL en el ámbito de la BCBA, Juan Luis Bour observó que el Gobierno busca instrumentos para evitar la recesión y la aceleración inflacionaria en la delicada situación económica actual: “Estamos atados al ancla del FMI y recalibrando cada trimestre un programa con metas de imposible cumplimiento para 2023 y 2024”.

Juan Luis Bour, economista jefe de FIEL.

En la reunión mensual de coyuntura que la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) lleva a cabo en el ámbito de la Bolsa de Comercio, Juan Luis Bour analizó el creciente proceso inflacionario que tiene lugar en la Argentina. “Al ritmo actual, y con los datos previstos para abril, la tasa interanual de inflación probablemente se ubique en el orden del 115% hacia fines del segundo trimestre, a nivel nacional, y en aproximadamente 120% en la ciudad de Buenos Aires”, vaticinó el economista jefe de FIEL. “Claramente entramos en una etapa en la que la tasa de inflación pasa a ser cada vez más indeterminada, sobre todo para la última parte del año y para el primer trimestre de gestión de la próxima administración política, esto es, de enero a marzo de 2024. En dicho período, todo indica que habrá una aceleración de la inflación por eventuales modificaciones en los precios relativos o por cambios en la política monetaria y en el tipo de cambio. Eso va a provocar un nuevo nivel de inflación, y hacia la primera parte del año próximo deberíamos esperar cómodamente tasas interanuales de entre 130% y 150%”.

“Hay un escenario de inflación bastante generalizado –enfatizó Juan Luis Bour–. Cuando la suba de precios se acerca al 100%, significa que casi todos los precios de la economía suben al 90%. Esto da lugar a una extensión del fenómeno inflacionario que incrementa su inercia, y la inercia no se frena con programas de X producto para todos o de Precios justos. Todo el mundo lo sabe. Los procesos que pretenden detener la inflación involucran cambios más o menos significativos en la política económica, con un programa fiscal y monetario más o menos fuerte, un programa de convertibilidad, etcétera. La aceleración inflacionaria se registrará porque parte de los cambios en los precios relativos van a ser anticipados por los agentes económicos. Tenemos por delante un escenario de gran volatilidad en el que, asimismo, se prevé una caída de la actividad económica para 2023 de entre 3% y 4% anual del PBI”.

La política fiscal y monetaria durante y post Covid, y la sequía, cobran su peaje en 2023, había anticipado FIEL, y el economista lo corroboró: “Llegó el momento de pagar. La sequía tuvo un impacto mayor al previsto. Hay menos exportaciones y mayores restricciones para las importaciones. Presenciamos un torniquete histórico del Banco Central (BCRA). La oferta cae más rápido que la demanda y sobran pesos en un horizonte incierto. La inflación se acelera porque se huele que la crisis económica arrastra a la política. Se entró de lleno en ‘modo crisis’, con reservas netas próximas a cero, corte de importaciones; y el gasto público ya no puede actuar como amortiguador para contener este escenario de declinación. La inflación acelera como único mecanismo de ajuste, mientras se desploma la demanda de consumo e inversión. La caída del PBI arrastra al fisco y requiere de una mayor emisión”.

“La perspectiva de recuperación económica que podría haber para 2024 es, por el momento, conjetural. Depende en gran parte de la recuperación que haya en materia de agro y del resultado del balance comercial en los sectores de energía y combustibles, que podrían tener un saldo positivo” (Juan Luis Bour).

Una economía de cepo

En este complejo escenario, remarcó Bour, los incrementos salariales y la política del BCRA podrían llegar a ser parte del problema en lugar de contribuir a la solución: “Desde abril, fuertes aumentos de salarios en sectores protegidos (en especial, los salarios públicos) podrían marcar el inicio de un proceso que espiralice la nominalidad inflacionaria en los últimos 8 meses del año. A ello se le suma la ‘estrategia’ del Banco Central, que enfrenta la aceleración inflacionaria con aumentos en la tasa de devaluación y aumentos en la emisión para financiar un mayor déficit. Es decir, como las cosas se aceleran, nosotros también aceleramos. Así se acelera la tasa de devaluación y la emisión monetaria para financiar el déficit, porque no hay mucha alternativa a eso. Y así se desborda el déficit cuasifiscal. Este es un tema que nadie discute por ahora, porque es un mecanismo que se retroalimenta. Un agujero negro”.

“En una economía de cepo, todo el tema pasa por conseguir dinero”, sostuvo el economista jefe de FIEL, y recordó: “El mecanismo para evitar la recesión y bajar la brecha cambiaria, que consistía en poner plata, se complicó. Las reservas están en el centro de la economía del cepo: el objetivo anunciado en agosto de 2022, de mantener el crecimiento y desacelerar la inflación, se fue diluyendo en la medida que los fondos aparecían a cuentagotas. No hubo swap de bancos internacionales, los desembolsos netos del Fondo Monetario Internacional (FMI) se tornaron negativos, sobrevino la sequía y la economía empezó a contraerse. En ese escenario adverso, la aceleración de la inflación requiere de instrumentos que contraigan la actividad en el corto plazo: aumentar las tasas de interés, ponerle freno al déficit, y pasar la aspiradora sobre los fondos disponibles para financiar al fisco. Sin reservas no hay margen para planes que acolchonen la caída y reduzcan las brechas cambiarias”.

“Hoy, la gestión económica está en busca de un salvavidas”, sintetizó Juan Luis Bour. “Se intenta reescribir el acuerdo con el FMI para postergar pagos y/o anticipar desembolsos del segundo semestre. Ello proporcionaría un respiro en lo que resta del segundo cuatrimestre de 2023 y en parte del tercero, pero anticipar fondos no es gratis y podría precipitar una crisis desde algún momento del tercer cuatrimestre y durante el cuarto, al entreverse un agujero de financiamiento hasta marzo de 2024. Cualquier programa económico de una futura administración política que pretenda estabilizar la economía debería plantear una eliminación del déficit primario para 2024, lo cual significaría un ajuste no menor de 3 puntos del PBI y, eventualmente, una eliminación del déficit global, lo cual significaría nada menos que 5 puntos del PBI. Eso es básico y supone ajustes por el lado del gasto tributario y de las tarifas. Asimismo, se debería estar pensando muy cuidadosamente el tema de las retenciones al agro. Todo ello necesita del respaldo de la política. ¿El ajuste previsto provocaría inflación? Depende de cómo se encare. Las consecuencias serán menos inflacionarias en la medida de que el programa sea creíble, y en tal caso, ello dará más tiempo para llevar a cabo el proceso de ajuste. Si, en cambio, el programa no es lo suficientemente creíble, habrá que devaluar más”.