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Músicos argentinos. Horacio Salgán

Admirado por músicos como Daniel Barenboim, Arthur Rubinstein e Igor Stravinsky, y uno de los iniciadores del «tango de vanguardia», Horacio Salgán fue un pianista, arreglador, compositor y director de orquesta argentino. También, pasó por la Bolsa y dejó su huella entre los grandes amantes del tango que concurren asiduamente al 299.

El 16 de junio de 2000 la BCBA, junto con la Academia Argentina de Música, rindió un homenaje a Horacio Salgán, que acababa de cumplir sus jóvenes y vitales 94 años. En aquella oportunidad, el célebre músico dio un concierto de tango en el Salón de Actos del Palacio Bursátil, acompañado en guitarra de otra figura ilustre: Ubaldo De Lío. Es conocida la historia de que allá por 1947, el guitarrista iba al local porteño “Jamaica” a escuchar al Maestro y luego se quedaba tocando con él, porque le gustaba su orquesta y conocía ese estilo.

De tal modo que el mítico dúo con el guitarrista Ubaldo De Lío constituye uno de los hitos de la historia del tango, así como también lo es el Quinteto Real, que ambos formaron en la década de 1960 junto a otras grandes figuras del tango, como Enrique Mario Francini (violín), Pedro Laurenz (bandoneón) y Rafael Ferro (contrabajo).

“Se puede decir que llevamos una vida tocando juntos…”, resumió Salgán su relación con De Lío.

Los inicios

Desde que nació (el 15 de junio de 1916, en la Ciudad de Buenos Aires), el pequeño Horacio oía a su padre tocar el piano como aficionado en el salón de la casa. A los seis años de edad comenzó a estudiar música y a los trece ya era el mejor alumno del Conservatorio Municipal Manuel de Falla, donde interpretaba obras de Bach, Beethoven, Chopin, Debussy y Ravel. Debido a las necesidades económicas de la familia, a los 14, en 1930, empezó a trabajar acompañando con el piano en las matinés del cine de su barrio.

Luego, tocó en orquestas de baile, casamientos y afines, y como organista de iglesia. A los 18 se sumó al plantel de Radio Belgrano como solista y poco después fue convocado por otras radios como solista, acompañante de cantantes y miembro de orquestas de los más diversos géneros. Acompañó al dúo folklórico Martínez-Ledesma, relevando a dos pianistas que le antecedieron: el “Mono” Villegas y Carlos García. A los 20 años fue descubierto por el director Roberto Firpo, quien lo contrató para integrar su orquesta típica. Ese mismo año (1936), debutó como arreglador de la orquesta de Miguel Caló.

A fines de 1942, Horacio Salgán realizó su primera grabación (en la compañía discográfica RCA), y a los dos años convocó a varios músicos de tango para crear su propia orquesta. Víctima de las ironías de la historia, fue despedido de Radio Belgrano y más tarde del sello RCA por considerar que su orquesta sonaba «rara» (con demasiadas disonancias) y su cantante Edmundo Rivero cantaba «mal» (con ritmo demasiado sincopado). Lamentablemente, no quedaron registros de esa primera orquesta, ni de los primeros tangos con Edmundo Rivero.

Las orquestas de la vanguardia

En 1944, Horacio Salgán fundó su propia orquesta, compuesta de la siguiente manera: cuatro bandoneones, cuatro violines, viola, cello, contrabajo y piano. En el libro Horacio Salgán: la supervivencia de un artista en el tiempo, de Sonia Ursini, Ed. Corregidor (1992), él mismo explica por qué. “La idea de formarla, de alguna manera, está determinada por la composición. Empecé a componer porque quería hacer tango de una manera determinada. No con la idea de ser compositor, sino con la de tocar tangos como a mí me gustaba. Lo mismo sucedió con la orquesta. Como a mí me gustaba interpretar tangos a mi manera, la única forma era teniendo mi propio conjunto. Hay gente a la que le gusta ser director de orquesta, pero a mí me interesó mi vocación pianística. Sin ninguna intención de crear nada”. Esta orquesta duró hasta 1947, momento a partir del cual, Salgán se dedicó a componer y a enseñar, para regresar en 1950 con una nueva formación.

Algunas obras de los años cincuenta utilizaban disonancias cuidadosamente estudiadas y tenían instrucciones para los cantantes de su formación para que no coincidieran sincrónicamente con el ritmo de la orquesta. Esto hacía que sonara demasiado avant garde para el gusto de la mayoría de los amantes del tango.

En 1950, grabó con Ástor Piazzolla, quien en la década siguiente se consagrará como máximo exponente del tango de vanguardia, un EP (disco extendido) titulado Para fanáticos solamente, que en el Lado A incluía dos temas interpretados por Piazzolla y en el Lado B, «A fuego lento», tema que se convertirá en uno de los más célebres de Salgán.

En 1960 formó y dirigió el Quinteto Real, cuyo objetivo era crear tangos instrumentales diseñados más para escuchar que para bailar. Además de su participación en piano, completaban el quinteto Enrique Mario Francini, en violín; Pedro Laurenz, en bandoneón; Ubaldo de Lío, en guitarra y Rafael Ferro, en contrabajo.

Flor de gil

En casi ochenta años como profesional (desde 1930), compuso o arregló unas 400 obras. Su uso del piano es casi orquestal; por eso es que sus obras resultan difíciles, a tal punto de terminar asumiendo el compromiso de tocar todo lo que escribía, ya que según sus propias palabras: “Sería injusto dejarles el problema a los demás”. En otro orden de cosas y a propósito de ser abstemio, ha comentado: “Para muchos, yo era el gil del ambiente. Se preguntaban: “¿Y este tipo cómo se divierte?” Pero nunca me aburrí. Sólo puedo decir que siempre tuve otras maneras personales de divertirme”.

Horacio Salgán falleció el 19 de agosto de 2016 a los 100 años. Estaba internado en el Sanatorio Güemes de su ciudad natal, por complicaciones vinculadas con su avanzada edad.

Se dice de él

Además de los importantes premios recibidos por el Maestro, como el Premio Konex de Brillante (2005) al mejor músico popular de la década en la Argentina, otorgado por la Fundación Konex, o la distinción a la trayectoria otorgada en 2014 por el Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina en el Salón de los Pasos Perdidos del Honorable Congreso de la Nación, Horacio Salgán está en boca de todos los que aprecian la música. Valgan algunos ejemplos, como los que se presentan a continuación:

Ricardo Saltón, periodista especializado en música

“Jugó contemporáneamente con Eduardo Rovira y Astor Piazzolla en la intención de mirar hacia adelante, aunque cada uno desde lugares diferentes, lo que hasta generó ciertas —y, vistas a la distancia, tontas— rispideces. Fue un pianista brillante —“el único”, decía Manolo Juárez; “el resto solamente tocamos el piano”—, con un sentido del ritmo y de la estética tanguera que juntaba a Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo, Pedro Láurenz, Pedro Maffia y tantos otros. Encabezó muy distintas formaciones pero en tres de ellas encontró su mejor modo de expresión: el dúo inolvidable con Ubaldo De Lío, la orquesta típica —que manejó con una estética y una tímbrica personalísimas y con la que acompañó a grandes cantantes, sobre todo a Edmundo Rivero— y el quinteto, que llamó “Real”, que tuvo un elenco impresionante en su integración inicial y que, curiosamente, tuvo la misma formación instrumental de piano, guitarra eléctrica, contrabajo, violín y bandoneón que eligió Piazzolla como su orgánico preferido. Pero, además, escribió y tocó jazz y, sobre todo, mucha música de raíz folklórica que en una medida importante todavía necesita salir de las estanterías.”

Susana Rinaldi
Una tarde con flores negras

«¿Se acordará Salgán de esta anécdota? Fue hacia mis 20 años. Yo estudiaba en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático. En mi camada estaba María Cristina Laurenz, hija de Pedro. Como yo vivía en Caballito y en ese momento costaba más llegar hasta Callao y Las Heras, donde estaba el conservatorio, agradecía la amabilidad de los Laurenz para quedarme a veces en su casa. Ahí, además de un piano se podía escuchar de vez en cuando a Pedro Laurenz tocar el bandoneón. Y no puedo olvidar que en esa casa se gestó el Quinteto Real. Un día, que casualmente yo estaba allí, llegó Salgán. Lo tenía ahí en frente, muy sonriente. Me preguntó quién era, le conté de nuestros avatares en el estudio y cosas que seguramente no le importarían nada hasta que me animé a pedirle si podía tocar «Flores negras». Una atrevida total. Me miró sin dejar de sonreír, se sentó en el taburete giratorio del piano y comenzó a tocar. Y yo me sentí en las nubes».

Rodolfo Mederos
El Salgán nuestro de cada día

«Todos hemos sido sus alumnos. Por eso mi Salgán preferido es el Salgán de cada día: ese que nos hace ser mejores. Es como el rey Midas, que convierte lo que toca en oro. Él lo convierte en música. Para ciertas religiones hay que hacer una buena acción antes de irse a dormir. Yo creo que eso es escuchar a Salgán. Hay dos maneras de juzgar la música: desde lo que nos gusta y desde lo que nos parece objetivamente bueno. Desde lo objetivo, estamos ante una revolución silenciosa, no ruidosa como la de otros contemporáneos a él. Un oído no muy alerta lo ve como un pianista más. Pero no es un pianista más, sin querer decir con esto que los demás no hayan sido buenos. Salgán es el último punto de la revolución del tango, junto con Pugliese y Troilo. Desde lo subjetivo, me gusta muchísimo y me satisface con todo su lenguaje a través de sus dedos y sus músicos. Sobre todo, con su orquesta. Salgán es bueno en cualquier formación; el dúo, el quinteto o la orquesta. Es una piedra preciosa que en cualquier dedo y con cualquier engarce queda bien. A las demás formaciones, que son más camarísticas, también las disfruto. Cuando digo que prefiero a la orquesta es porque, para mí, es la formación más completa, indomable y enigmática. Ver su pensamiento en la típica me produce un gran deleite.»